El reciente tifón que ha impactado estos días atrás en la población de Filipinas, al igual que otros sucesos de enorme alcance —tsunami de Indonesia en el 2004, terremoto de Haití en el 2010, por ejemplo— consiguen sin dificultad una respuesta inmediata de la población española que, en estos casos, siempre se ha caracterizado por ser generosa.
Sin embargo, tal como apuntan expertos de diferentes ONGs, «los españoles se movilizan con inmediatez ante el drama, pero que se implican mucho menos cuando se trata de cooperación a medio y largo plazo, una pieza que resulta clave para prevenir daños como los que vemos ahora en Filipinas».
Está fuera de toda duda que invertir y trabajar en la prevención, la gestión de riesgos, etc. es el camino para, si no evitar en su totalidad, sí aminorar los enormes daños que llegan a producir fenómenos de estas características. Sensibilizar, informar y formar a los españoles es una asignatura pendiente desde familias, escuelas, institutos, universidades, ONGs, centros de trabajo,… para el logro de un compromiso mantenido con los más vulnerables en vez de una ayuda puntual que viene a traducirse en pan para hoy y hambre para mañana.
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