Solo una sociedad en estado de alivio resuelve los problemas sociales

Publicado en Artículos y reflexiones, De autor

Introducción

He cogido un libro de historia y mirándolo así con un poco de distancia, observo el conflicto que arrastran israelíes y palestinos… si retiro el libro un poco más alejado de mi… se resaltan algunas palabras que me hacen sentir sorpresa, sorpresa dada la irrealidad.

Decisiones de asentarse en un lugar, promesas de independencia, acuerdos, más promesas, compromisos, incumplimientos, problemas de convivencia, disputas y revueltas, ONU, división de territorio, refugiados, atentados, alto el fuego humanitario, ¿Alto el fuego humanitario? … y seguimos como si nada: cerca de 51000 vidas perdidas…y poniendo todo nuestro crédito en símbolos triviales.

Por otro lado, en redes sociales veo noticias diariamente de delitos; asesinatos, conflictos, corrupción… Y las opiniones y ataques verbales de la mayoría, con un odio y ansia de venganza que hiere. Y he decidido hacer este mini esbozo descriptivo, porque para mí la violencia no se puede argumentar, solo describir y si no se argumenta es imposible justificarla.

En este artículo quiero hablar de algunas ideas sobre las que se asienta el conflicto en todas las sociedades humanas. Se hace un análisis y descripción de asuntos como la venganza; cómo la sostenemos y consecuencias. Y se ofrece una forma de mirar el tema donde se hace fuerza en la importancia de la responsabilidad, la dignidad y la igualdad. Se ofrecen ejemplos para la comprensión del texto y algunas prácticas cotidianas que fomentan la participación en la gestión adecuada de los conflictos para canalizarlos de forma saludable. Señalando que solo con una actitud responsable que no se ubica desde el conflicto es la que cataliza la existencia de sociedades humanas que viven en alivio (paz), y que solo desde ese estado de alivio (no conflicto) es desde donde las oportunidades de cambio afloran.

Venganza y excusas

En nuestra civilización subsiste la venganza; la creencia en el conflicto, la culpa y la maldad. Y como decía Nietzsche: “La venganza es venganza contra el tiempo”, usamos el tiempo para justificar lo que hacemos y lo que haremos. Suena tonto, pero si no estuviéramos constantemente usando el pasado para justificar nuestros actos, no tendríamos miedo tampoco al futuro. Lo importante de esto, es que el conflicto en el presente no tendría motivo para existir y tampoco en el futuro. ¿Lo mejor?, dejaríamos de temer.

La venganza es parte de esta civilización y el aparato punitivo la canaliza. Es lo que una sociedad crea cuando no ha sido capaz de eliminar de sus entrañas la venganza (y hacerlo es tan simple como empezar a practicar lo que acabo de escribir en el párrafo anterior). Hay quien dice que tendríamos que alterar la noción del tiempo, porque la venganza se asienta en el tiempo, pero yo creo que se asienta en muchos más aspectos.

Es intuitiva la sensación de que si eliminamos, al menos por el momento, las argumentaciones al tiempo que sostienen la venganza, podemos ser felices. Y si podemos hacer ese cambio, podemos cambiar la civilización, lo que significa iniciar activamente el fin de todos los conflictos.

La venganza ya sea personal, social o institucional son efectos materializados de unas actitudes (elegidas), para no hacer frente con responsabilidad hacia donde queremos encaminarnos. Vamos, que para ser claros, directos y honestos, es una excusa para no hacer lo que hay que hacer. Otras de esas excusas (porque no los voy a llamar argumentos) que perpetúan los conflictos son:

“Protegerse de un futuro malo que viene”. Porque claro, no queremos ser felices (que esa es la verdad por ahora) y aun así buscamos la felicidad siempre en la misma dirección, descartando aquello que no queremos o creemos que es malo, sin pararnos a pensar en lo que queremos. Y la paranoia del miedo nos arrastra como si fuéramos moscas en una tela de araña.

“Si tratamos mal al inmigrante es para hacerle un bien a la humanidad y de esta manera cuidar los puestos de trabajo de nuestros compatriotas”. Tratar mal a alguien no nos da lo que queremos.

“Si iniciamos una guerra es con el objetivo de prevenir futuros ataques”. Que si no se están produciendo no sabemos si se van a producir nada más que en nuestra imaginación.

“Si los banqueros generan una crisis que produce el desempleo de millones de personas a escala mundial, en vez de ayudar a los nuevos desocupados hay que ayudar a los banqueros”. Claro, porque los que son responsables ¿son?.

La lógica de premios y castigos es el pilar de cualquier sociedad que se pretenda civilizada. Pero para que beneficie a algunos hay que excusarse, porque argumentar no es posible. Eso de argumentar, sí que es para mentes civilizadas.

Imagen: Edymar Hurtado. Wikimedia Commons

Imagen: Edymar Hurtado. Wikimedia Commons

La tradición y la cultura no son excusas para la violencia

Habitualmente veo como se sigue argumentando que la violencia es estructural. Y eso nos lleva a la inacción. Y así pasa que veo estupefacta desde hace meses, que instituciones públicas publican guías de “prevención de agresiones” para mujeres y niños. Y tal y como he publicado hoy en Facebook (Crear Diversidad Funcional Prevención Violencia):

“Hacer guías para que las personas se protejan de los delitos o tomen medidas preventivas hace que estas mismas personas vivan en el miedo incluso antes de que vivan los delitos (son víctimas antes de que hayan vivido el delito). Y se siguen sin enseñar y reeducar, ni prevenir a que los delincuentes los cometan. ¿Dónde está cayendo de nuevo la responsabilidad de los delitos? En las victimas, sí señor.

Quien comete un delito de agresión es el único responsable y el único al que se le debería instar a tomar medidas de no comisión del hecho delictivo.

En este país no se sabe lo que es la prevención.”

En definitiva, estamos empeñados en buscar el bienestar donde no existe, de forma compulsiva y por conveniencia a pesar de lo que sea, empeñados en mostrar que siempre estamos enfadados (que es la misma cara del miedo vista desde otro lado) por algo (la gran excusa de todas las excusas), y así justificamos la necesidad de que los demás hagan algo diferente a lo que hacen, por que decidimos que está mal. Y si no lo hace atacar, y es tan simple que roza la estupidez.

A veces en nombre de la paz, verdad, fin del conflicto, echamos más gasolina que agua. Louk Hulsman decía:

“Nos gustaría que quienes hayan cometido un daño o perjuicio sintieran remordimiento, pesar y compasión por aquellos a quienes hicieron mal. Sin embargo, ¿Cómo esperar que tales sentimientos nazcan del corazón de un hombre aplastado por un castigo desmedido que no comprende, no acepta y no puede asimilar?¿Cómo podrá este hombre incomprendido, despreciado y masacrado reflexionar sobre las consecuencias de su acto en la vida de la persona quien ha hecho daño…al salir de la prisión habrá pagado un precio tan alto que ,más que sentirse liberado, muchas veces terminará albergando sentimientos de odio y agresividad”.

Otras veces se oye de fondo una respuesta replicante: “ ¡Tolerancia cero al delito!¡Eliminemos esa lacra!”. Por cierto, que si creemos que algo es una lacra ¿estamos asumiendo que es algo que no puede cambiar y que ha de eliminarse?. Estamos castigando a la persona, no el hecho. Y limitamos las opciones al cambio. Las sesgamos, más bien, y así no evolucionamos.

Yo creo que la venganza aunque sea disfrazada de bondad, sigue siendo venganza. Incluso la ¡Tolerancia cero y lacra! Siguen siendo pensamientos de ataque. Y es que elegir una actitud vengativa promueve la naturalización del castigo, que quizá habría que volver a cuestionarnos.

Revisión profunda de dignidad

La venganza nos lleva, vacuamente, a una necesidad de existencia de las penas. Porque sin pararnos, pensamos que es lo que debería ser, aunque en el fondo nos demos cuenta de que no sirve realmente. Porque lejos de satisfacernos nos deja más vacíos. Y aunque se puedan hacer discursos autoritaristas que aparentemente restauran algo, lo que hacen es llevarnos a usar la rabia como ganancia secundaria que; fomenta la ocultación de otros sentimientos reales, es una tapadera para mostrar que somos más fuertes, o porque estar enfadados nos da sensación de tener más dominio y poder, como motor de impulso para hacer lo que uno quiere que se haga, por control de los demás, para no comunicarnos, para sentirnos seguros, como fórmula para afirmar que tenemos la razón, para hacer de los otros los culpables o lo que es lo mismo seguir sintiéndonos víctimas de los demás. En definitiva, para no responsabilizarnos de lo que realmente importa.

El problema de la venganza y de las penas (punitivas) es que no toma en cuenta que desprotege, que deja indefensas a las personas y que no fomenta nada. Y si de fomentar se trata, la idea es que la sociedad pueda generar recursos desde sí mismo para poder cambiar (y de aplicación en la vida cotidiana). Y este cambio solo es posible por dos vías:

Que en caso de haber castigos, se castiguen los hechos. No a las personas. El castigo punitivo, cierra a las personas, limita. La idea sería visibilizar formas alternativas al sistema punitivo donde hablaríamos entonces de conceptos como justicia restaurativa o conciliación.

Por otro lado, fomentar. ¿El qué? Espacios sociales de participación, que mueve a la sociedad a verdaderas acciones de solución de conflictos.

Y para esto hace falta una gran dosis de responsabilidad, ganas de quitarnos el velo de conveniencia de la venganza que también nos limita. Necesitamos urgentemente integrar y empezar a transferir a la vida cotidiana experiencias de respeto, justicia, fuerza desculpabilizadora, así como de igualdad y, por tanto, justicia restaurativa.

Justicia Restaurativa

Los principios de la justicia restaurativa (ONU) buscan privilegiar la conciliación, la restauración o la cura, prescindiendo en muchos casos de las autoridades judiciales. La justicia restaurativa se sostiene sobre valores directos: diálogo respetuoso y de no dominación. E indirectos: perdón, clemencia y remordimiento (Sería importante no aferrarse al significado habitual de las palabras y aclarar que yo solo entiendo el perdón por los efectos de reconocimiento, validación y liberación interior que producen).

La justicia restaurativa nunca implica la superioridad de alguien, ni de quien comete el delito, ni de la víctima sobre la persona que le causó un daño. Porque no se puede seguir respondiendo a las violencias y conflictos con más de lo mismo. Del mismo modo, lo que se necesita eliminar no solo son las prisiones, sino las ideas fuertemente arraigadas que tienen que ver con el castigo, la culpa didáctica para aprender y el sentido ilusorio del sufrimiento, solo para darnos cuenta de que no sirve. Porque en las formas podremos hacer muchos cambios, pero mientras no trabajemos en el significado profundo de la idea de castigo y nos pongamos en marcha para favorecer experiencias restauradoras, cualquier reforma del sistema, o legal no dará buenos frutos, sino más de lo mismo.

Lo que se persigue es que estos cambios consigan por su propio peso, no dar valor a las prisiones, que no es otra cosa que la simbolización de la creencia en el castigo para aprender, como forma razonable de reaccionar frente al delito. Al mismo tiempo este cambio permitiría un trabajo digno y humano con las personas estigmatizadas; tanto las infractoras, como las victimas de esos delitos (porque al final las dos partes terminan sintiéndose estigmatizadas). Y finalmente la creación de espacios y que brinden oportunidades para sentir y mostrar el remordimiento. Donde se conjuga la reconciliación y la reimposición de la paz. Donde las dos partes ven reconocida su responsabilidad en el delito, donde se valida lo ocurrido y la experiencia de cada una de las partes y se da un reconocimiento profundo al daño causado. Donde las dos personas pueden sentir y expresarse, y al final darse cuenta que todo lo que la parte infractora hizo fue hacerse daño a sí mismo a través de la otra persona. Y entonces la víctima comprende y siente que no fue culpa suya, que no causó el daño que vivió.

Y solo en ese camino se permite que las personas sigan creciendo y libres.

Acciones morales como mejor límite para las violencias

Dejar de dar realidad a lo punitivo, de forma natural permite que aflore el deseo y las ganas, de la resolución de los problemas. Se trata de darnos cuenta que hay otras formas efectivas de entender y asimilar la vida y eso nos ubica en una posición diferente para abordar los conflictos, que como motor de cambio no tienen por que ser negativos.

Porque sí, no vamos a negar que los problemas que suceden son problemas reales, pero la idea de delito deviene de la creencia en el castigo, que tiene consecuencias tales como: violencia, marginación y estigmatización. Y eso sí que es construido, y como es construido se puede reaprender.

Y podríamos empezar a extender términos, ya existentes como, “problemas sociales” que incita a contemplar la posibilidad de ampliar el abanico de posibles respuestas. Y yo creo que pasa por realizar acciones en el tiempo básicas como reformulación lingüística. Porque cuando llamamos a las cosas de otra manera posibilitamos que, despojados de significado condicionado (pasado y siempre personal transferido al presente), podamos abrirnos a lo nuevo (solo eso ya genera incluso alivio en la mente). Ejemplo:

En lugar “delito”, hablar de “situaciones problema”.

En lugar de “delito de violencia, hablar de “Situación de violencia”.

Significa que, en la primera parte, culpamos y por tanto castigamos. En la segunda, describimos y solucionamos.

En definitiva, formas no lesivas de resolución de problemas. Donde todas las partes son responsables y participantes. Y lo que más me gusta decir es que esas soluciones pasan por que haya personas modelos.

Ejemplo: modelo no violento.

Que facilita espacio de resolución de problemas y aprendizaje mostrando el beneficio en el bienestar. Y no solo eso, sino siendo él modelo. Porque todas las personas aprendemos de lo que vemos y de lo que los demás nos hacen sentir. Serían modelos de acción práctica para la vida cotidiana hasta que se hiciera parte de lo colectivo.

Ni castigarnos ni castigar tiene sentido ni lo tendrá nunca, lo que tiene sentido es aprender. Porque reeducar con métodos de temor, fuerza y autoridad artificial destruye la honestidad. Produce más violencia. Produce más víctimas. Duele mucho. Cansa mucho.

Parámetros bélicos y consecuencias

Aunque ya lo he adelantado hace un rato cuando exponía que ambas partes terminan estigmatizadas, esta estigmatización tiene origen en la creencia de que quitando libertad se obtiene más seguridad. Y no, no se puede intentar deshacer algo si ya partimos desde el conflicto. Y más profundamente el origen de este sinsentido tiene que ver con una creencia en la separación, clasificando a las personas entre buenas-malas, aptas-no aptas. Esta clasificación promueve la lógica de la existencia de chivos expiatorios, y también chivatos. Sí, creamos estos personajes por haber hecho unas clasificaciones de unos y otros. La separación-clasificación provoca que un problema, como ya hemos ido viendo de raíz colectiva, se haga individual. Que a mi modo de ver, vuelve a ser otra excusa que evade de responsabilidad. No hay nada individual que no afecte al conjunto social.

En mi práctica profesional he detectado que esta separación viene arrastrándose de generación tras generación desde la crianza, y ahí mismo es donde debería transformarse. Por ejemplo:

Una madre que me contaba que tanto en la escuela como en casa le decían al menor que tenía que chivarse si tenía algún problema.

A lo que yo le respondí:

“Ojo, no es chivarse, es que pueda contar en confianza todo lo que necesite contar y esto es una medida de autocuidado que le ayudará de aquí al futuro”.

Los niños saben que “chivarse” es algo malo, es jugar a la maldad. El problema es que luego se desorientan y no saben defenderse bien y cuidarse, por que interpretan que decir lo que les ocurre también es chivarse y por tanto hacer daño a alguien. Claro, que no “chivarse”, en este caso, sería sano pues es una forma de no querer jugar a la maldad. Y al final los niños se pierden tanto que se preguntan algo así como ¿Qué es maldad y que no? ¿Qué tengo que decir?. Y esto termina en bloqueo e indefensión.

¿Problemas de que esto no quede resuelto desde la infancia? Incapacidad de decir que no ante sexo prematuro, consumo de drogas, no darse cuenta de lo que quieren, negarse, negarse el bienestar, vivir como víctimas o agresores de violencia (vivir en estado de miedo es la consecuencia final)… No es una tontería.

La cuestión de hacer en el mundo “culpables” e “inocentes”, fomenta la desigualdad, creyéndose estos últimos de inocentes “porque no han cometido el delito”. Pero, ¿quién insulta, critica, amenaza? ¿Quién clasifica en bueno-malo? Menos mal que algo dentro nos dice que debe haber otra manera.

Creo que el asunto no está en ver quien es culpable o inocente, el asunto está en ver que, cuando jugamos macabramente a ese juego, hacemos a los demás como algo ajeno a nosotros, y ahí se produce un efecto que despersonaliza y deshumaniza. Y este es el peligro, porque cuando esto ocurre se produce una retirada de dignidad, derechos, consideración de persona. Esto es violencia. Así que reitero en que nos pasamos el día siendo violentos y de la que todos somos responsables. No significa no expresar la rabia ante situaciones que es sano para proteger nuestro espacio, sino de no ser violentos.

Y esto que ocurre entre las personas de a pie, es el vivo reflejo que ocurre en el sistema punitivo, que como decía hace un rato sostiene la retirada de libertad, argumentando que eso fomenta la seguridad. Una gran confusión.

Y al final, los efectos son tal y como Lola Huete Machado expresaba en una ocasión en cuanto a los sentimientos que le transmitieron unas internas:

“La prisión te roba el amor de otros y te impide darlo, ver crecer y envejecer a los tuyos e incluso morir, te deja un pozo de miedo que te abandonen y te olviden; te culpa por el sufrimiento que les ocasionas: te aísla de la vida real, te impide el gesto cotidiano; hacer las compras, conducir al trabajo, salir al balcón; te provoca rechazo de otros, sientes que pierdes la vida”.

Lo peor, es no poder dar amor. No poder dar-te. Lo peor. El otro día publicaba también en Facebook: «Dar es mejor que recibir, es mejor créeme, porque cuando das estás recibiendo y esa experiencia queda en ti”. Y en esta línea viene este comentario por que cuando a una persona se le encarcela, o se le priva de su libertad con independencia de lo que le lleva a estar privado de ella les deja viviendo este tipo de experiencias internas que se explican en la cita. Por el contrario cuando podemos ser libres de dar hace que nos sintamos pertenecientes a la vida real, hace que el hecho de dar deshaga el miedo y a necesidad de “lo bélico” se deshaga por su propio peso innecesario.

Concluyendo en Igualdad (aunque concluir y empezar es lo mismo o al menos debería serlo)

Trabajar en estado de dignidad permite ser modelos y transferir la igualdad. Significa que a un nivel sentido somos capaces de aceptar cualquier opción de vida sin clasificarlo previamente y cegarnos en el conflicto. La igualdad es sinónimo de diversidad.

Diversidad significa aplicar una mirada que no se opone a nada y que por tanto no excluye nada. Aceptando que cada persona tiene características únicas y que a pesar de esto, reconocemos que lo que nos une a todos es la afirmación/reconocimiento de nuestra dignidad. Y este es el nexo que nos hace iguales los unos a los otros. Y este acto de reconocimiento a la dignidad es lo que da vida a la igualdad y a la posibilidad de la diversidad.

Igualdad y aceptación de cualquier forma de vida, significa que partimos de una forma de ser y estar respetuosa con independencia de las características físicas, creencias, pensamientos o actos. Y eso hace que volvamos a casa, al punto de partida, permite un espacio sensible que se siente en forma de cercanía, promueve el sentimiento de pertenencia y participación. Permite abandonar las armas, y amplía la capacidad de generar respuestas para solucionar los problemas.

Yo así sería totalmente feliz, estaría permanentemente sosegada. ¿Y tú?

Bibliografía:

  • Hulsumany Bernat de Celis, Sistema penal y seguridad ciudadana. Ariel, 1984.
  • Cesaroni, la vida como castigo. Paidós.
  • Husulman, louk. La criminología crítica y el concepto de delito, en Ciagardini, M. y Plagia, A.(eds.), Abolicionismo penal, Ediar Buenos Aires, 1989.
  • Hassemer, Winfried. Persona, mundo y responsabilidad. Tard. de Francisco Muñoz Conde, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999.
  • Steinert,Heinz, “Más allá del delito y de la pena”,
  • Marqués, Josep Vicent. No es natural: para una sociología de la vida cotidiana. Anagrama, Barcelona, 1982.

Más información: http://crearespaciosensible.com/

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