Recientemente, el mundo está siendo sacudido por un sinfín de catástrofes vinculadas al cambio climático (huracanes, monzones, terremotos, etc.) con importantes pérdidas humanas, daño social en las personas afectadas, además de pérdidas materiales.
Se están llevando a cabo análisis económicos para conocer el impacto que tienen en el crecimiento macroeconómico (a nivel comunitario) ese tipo de experiencias devastadoras. «Diversos estudios sugieren que terremotos, ciclones o inundaciones pueden impulsar el PIB a medio o largo plazo, pero solo si no son muy severos y ocurren en países con capacidad de respuesta».
En cualquier caso, «el balance de un desastre natural es siempre negativo» por el fuerte impacto psicosocial en las personas –tanto a nivel individual y familiar como comunitario–, punto de partida de cualquier análisis de corte económico.
Sin embargo, no se dedican los esfuerzos necesarios para la rehabilitación psicosocial de poblaciones afectadas. Ejemplo de ello es que, doce años después del huracán Katrina sobre la ciudad de Nueva Orleans, «muchas de las casas entonces evacuadas continúan vacías, y la población local es aún entre un 15% y un 20% inferior a la anterior a la catástrofe», entre otras consecuencias sociales.
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