El papel de los Trabajadores Sociales en situaciones de crisis, emergencias y catástrofes se asienta sobre tres pilares básicos. En primer lugar, debemos tener claras cuáles son las funciones que podemos desempeñar dentro de nuestro rol profesional, en segundo lugar analizamos las situaciones en las que podemos intervenir y por último, el proceso de evaluación y todos sus componentes.
En cuanto a las funciones de los Trabajadores Sociales, tras estudiar las funciones que marca la FITS (Federación Internacional de Trabajo Social) y nuestro Código Deontológico, podemos hacer un resumen de aquellas que funciones que son propias de este tipo de eventos. Por supuesto, que todas ellas podrán verse ampliadas, modificadas o completadas por otras nuevas que sean requeridas, por eso, este cuadro es una aproximación teórica de las funciones que debemos defender. Para una mejor compresión, se han dividido en función del momento temporal (preemergencia, impacto, y postemergencia); y también en función de los beneficiarios de nuestra intervención (afectados, familiares, comunidad, intervinientes) y por último un nivel nacional referido a cuestiones organizativas y de gestión en órganos directivos. Antes de analizar el cuadro haremos un repaso breve a los objetivos de nuestra intervención:
- Contribuir a disminuir las desigualdades e injusticias sociales.
- Dar a conocer las oportunidades que tienen los grupos sociales a su disposición.
- Motivar para tener acceso a esas oportunidades.
- Ayudar a las personas, familias y grupos sociales a desarrollar las respuestas emocionales, intelectuales y sociales necesarias para permitirles aprovechar esas oportunidades sin que tengan que renunciar a sus rasgos personales, culturales y de origen.
- Ayudar a las personas implicadas en el manejo de sentimientos y emociones para que aprendan a expresarlos explícitamente.
- Ayudar a las personas a aprender nuevas formas de enfrentar los problemas, concebir la vida de diferente manera.
- Restablecer el equilibrio psicológico de las personas.
- Integrar el incidente en la estructura de la vida.
- Establecer o facilitar la comunicación entre las personas en crisis, y con las personas que puedan ayudar en el proceso.
- Ayudar al individuo o familia a que perciban adecuadamente la situación.
- Restaurar la homeóstasis del individuo con su entorno que se ha visto afectada por el suceso crítico.
Fase de PRE–EMERGENCIA | ||||
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Afectados | Familiares | Comunidad | Intervinientes | Organismos |
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Fase de EMERGENCIA | ||||
Afectados | Familiares | Comunidad | Intervinientes | Organismos |
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Fase de POST–EMERGENCIA | ||||
Afectados | Familiares | Comunidad | Intervinientes | Organismos |
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Fuente: elaboración propia
En segundo lugar, al analizar los diferentes tipos de situaciones con las que nos podemos encontrar, vemos justificada la presencia de un trabajador social.
En general, podemos clasificar las situaciones según el siguiente modelo:
En nuestra labor diaria en los centros de Atención Primaria, trabajamos con personas que sufren situaciones de este tipo o con sus familias. El ejemplo más claro son los inmigrantes y el colectivo de mujeres víctimas de violencia de género. La intervención en crisis, no pretende cambiar los sistemas de atención ya existentes, sino que se trata de un nuevo enfoque enriquecedor para nuestra intervención.
Una vez hemos justificado nuestra labor, y las situaciones en las que podemos desarrollarla, debemos hacer hincapié en la evaluación. En general, nuestra evaluación (según el momento en que nos encontremos) se centrará en los siguientes factores:
PRE-IMPACTO | IMPACTO | POST-IMPACTO |
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Fuente: elaboración propia
Estos tres pilares conforman la esencia del Trabajo Social en situaciones de crisis, emergencias y catástrofes como una especialidad propia en sí misma. El nivel organizativo y administrativo en el que se encuadren nuestras acciones dependerá de otro tipo de cuestiones. Este resumen únicamente trata de justificar la existencia del Trabajo Social especializado. Es fundamental que primero seamos capaces de integrar en nuestro conocimiento científico y profesional estos aspectos para posteriormente poder defender nuestra presencia en las intervenciones específicas.
El marco temporal en el que se conceptualizan las catástrofes nos da pistas acerca de los momentos en los que nuestra intervención debe ser fundamental.
En la fase de calma es el momento anterior a que ocurra la catástrofe ,es cuando debemos realizar, como eje motos de nuestra actuación, las tareas de prevención, el diagnóstico de vulnerabilidad, el mapa comunitario de riesgos, tomar conciencia de la situación, y fomentar la discusión comunitaria.
En el momento de alerta el riesgo se convierte en una amenaza real y tangible, la gestión de la información y su comunicación de forma comprensible y eficaz, juegan un papel fundamental. Los planes de acción y la toma de conciencia de la gravedad real son objetivos prioritarios. Pasamos de tener miedo al “cuarto oscuro” a un miedo real y tangible al “perro que muerde”.
En el momento del impacto la sensación de irrealidad es una respuesta muy común.
Cuando se produce el impacto es habitual que se produzca una sensación de irrealidad. Las formas de respuesta comunitaria se estructuran y en contra de la creencia popular de que cunde el pánico y nadie ayuda, los estudios demuestran que entre el 15 y el 25 % de la población es capaz de evaluar la situación y tomar medidas eficaces. De hecho, la primera solidaridad y la primera atención es aquella que proviene de los mismos afectados dándole por tanto, especial importancia a la prevención y la formación.
Las tres o cuatro semanas posteriores al impacto aún se mantiene un estado general de confusión, pero comienzan a bajar las conductas de solidaridad. Se hace balance de lo perdido y se toma conciencia de la magnitud del suceso. La toma de decisiones importantes y la toma de control son cuestiones fundamentales. El debriefing tiene sentido entre las cuatro y cinco semanas posteriores al impacto, cuando se ha quemado la red de oyentes. El debriefing se lleva a cabo entre grupos de voluntarios que necesiten contar lo ocurrido, sus sentimientos, inquietudes, etc.
Pasados los dos o tres primeros meses es el momento de la organización por lo que deberemos fomentar las experiencias organizativas y la toma de decisiones clave. Lo anormal se comienza a normalizar. El ser humano es un animal de rutinas por lo que en estos momentos, se han comenzado a retomar costumbres y a normalizarlas. Un ejemplo son los mercados espontáneos en los campos de refugiados.
En la fase de decisión-acción es cuando se padece un mayor riesgo de cronificación puesto que se empieza a planear la vuelta. El riesgo de pasividad y de anclaje al victimismo son piezas clave. Los planes de futuro y los procesos participativos de reconstrucción ocupan la mayor parte del tiempo.
La reconstrucción en sí misma consiste en elegir como empezar desde cero aprovechando la situación para mejorar. Es la oportunidad del crecimiento postraumático y del polo positivo de la crisis.
La memoria histórica es la confirmación de la superación colectiva del suceso. Debemos recordar lo sucedido para integrarlo en el plan de riesgo. (Ver anexo 1).
La intervención en este tipo de situaciones, que hemos definido como especializada y diferenciada, se rige por los mismos principios y objetivos que la intervención social general pero además cuenta con unas características propias. Los pasos fundamentales que debemos seguir cuando intervenimos en estas circunstancias son los siguientes:
- Ayudar a tener conciencia de lo sucedido.
- Ayudar a identificar y expresas sentimientos. Los más habituales son la pena, rabia, culpa, angustia y miedo.
- Ayudar a resolver los problemas cotidianos desde la nueva situación. Por ejemplo la toma de medicación en personas evacuadas, etc.
- Facilitar la recolección emocional de lo sucedido.
- Facilitar el tiempo para el duelo.
- Evitar los formulismos. Si no sabemos qué decir es mejor reconocerlo que ponernos ha hablar sin sentido. Las frases que no debemos decir nunca son: Tranquilo, no te preocupes, no pasa nada.
- Interpretar las conductas como “normales” en una situación anormal.
- Ofrecer apoyo continúo respetando las necesidades individuales. Mostrar disponibilidad y accesibilidad según sus demandas.
- Permitir las diferencias individuales. Algunos sucesos necesitan de otro momento para ser vividos y cada persona seguirá unas pautas de afrontamiento diferentes.
- Examinar las defensas y los estilos de afrontamiento para evitar complicaciones.
- Identificar las posibles patologías para derivarlas a especialistas.
Todos estos factores son los que debemos tener en cuanta a la hora de defender este tipo de actuaciones profesionales. Entendiendo el Trabajo Social como ciencia con un campo de estudio propio podemos justificar la intervención en crisis como una especialidad propia y específica.
«No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.»
Albert Einstein (1879 – 1955)
Anexo: memoria histórica
La memoria histórica es un concepto historiográfico de desarrollo relativamente reciente, que puede atribuirse en su formulación más común a Pierre Nora, y que viene a designar el esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea éste real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto. Existe un programa de la Unesco denominado Memoria del Mundo.
La historia misma puede definirse como la ciencia de la memoria —existe un clásico de la historia china titulado Memorias Históricas, de Sima Oian, en torno al año 100 a.C.—, y las instituciones encargadas de elaborarla, estudiarla, conservarla y perpetuarla serían las instituciones de la memoria: el propio oficio del historiador, las academias, los Departamentos y Facultades Universitarios, los archivos y Bibliotecas, y su soporte fundamental, que son los escritos. El uso político de la historia ha sido una constante desde que esta existe —incurriendo en manipulaciones de los hechos, como en la famosa narración de la Batalla de Qadesh, o en la inscripción obsesiva del nombre (Ren) para obtener la inmortalidad así como su borrado para ser sustituido por el del enemigo superviviente, todo ello en el Antiguo Egipto—. Los romanos incluso incluían en las condenas judiciales la llamada Dammatio Memoriae, que buscaba destruir cualquier clase de vestigio o recuerdo del enemigo del Estado, incluyendo la prohibición de citar su nombre.
Son esenciales en la memoria histórica los actos conmemorativos, fechas simbólicas (batallas, leyes, nacimientos o muertes) cuyos aniversarios se celebran, especialmente los centenarios o números redondos. Un papel muy importante lo cumplen los espacios simbólicos —por ejemplo, en Estados Unidos el lugar de la Batalla de Gettysburg, en Francia el de la batalla de Verdún o el del desembarco de Normandía, en Bélgica el de la batalla de Waterloo— que en algunas ocasiones son escenario de reconstrucciones, que en muchos otros lugares son popularizadas como ferias medievales o espectáculos de mil tipos, incluyendo el moderno concepto de parque temático. La fidelidad o el anacronismo no es lo más importante para la eficacia de la memoria —Eric Hobsbawm ha analizado los mecanismos mediante los cuales se inventan tradiciones y Jon Juaristi demuestra cómo los mitos de origen son manipulados desde un punto de vista nacionalista—.
También son decisivos los elementos de lo que ampliamente se puede llamar la cultura material cuya función es conmemorativa: monumentos (del de las víctimas del 11M en Atocha), elementos del paisaje urbano que se nombran para recordar hechos y personajes históricos (calles, plazas, parques, escuelas…), especialmente los ligados al culto religioso o civil (iglesias, edificios públicos como palacios, castillos, ayuntamientos, parlamentos) y los espacios funerarios, empezando por los cementerios e incluyendo los lugares de enterramiento no convencional.
Invisibilización cultural y reconstrucción de la memoria
En las últimas décadas han adquirido importancia los movimientos de reconstrucción de la memoria histórica de grupos sociales afectados por los procesos de invisibilización como las mujeres, los afroamericanos, los indígenas, las culturas colonizadas, los trabajadores, los perseguidos políticos, etc.
La reconstrucción de la memoria afectada por los procesos de invisibilización no constituye un mero esfuerzo de investigación, sino que también y fundamentalmente requiere un activismo social orientado a desmitificar estereotipos y verdades dadas, profundamente arraigadas en la cultura dominante.
En muchas partes del mundo han surgido foros de la memoria como espacios, no solo de investigación sino también políticos y culturales, con el fin de servir de plataforma para la construcción de identidades sociales.
Memoria histórica en España
La legislación en este ámbito viene dada por la LEY 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura.
Lugares de enterramiento no convencional, como los que más arriba se indican, son las fosas comunes y las cunetas donde terminaban los fusilados en la Guerra Civil Española, cuya localización y destino son uno de los objetos principales de debate de la memoria histórica en España en los últimos años, siendo un caso particularmente divulgado el de Federico Garcia Lorca; incluso con motivo del 70 aniversario (2006) se ha desatado una «guerra de esquelas». Previamente se había producido cierta polémica con la retirada de la estatua ecuestre del general Franco que continuaba frente a los Nuevos Ministerios de Madrid. A raíz de la aplicación del concepto, convertido en un instrumento de movilización intelectual y social por Emilio Silva y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) se ha suscitado un debate historiográfico muy vivo sobre la oportunidad del propio concepto de memoria histórica, que es rechazado por algunos.
«Memoria histórica» ni es memoria ni es historia. Lo que se llama «memoria histórica» o «colectiva» no es tal cosa, sino una versión, o versiones, creadas por publicistas, patriotas, activistas políticos, periodistas o hasta por algunos historiadores interesados. Se trata esencialmente de mitos o leyendas creados acerca del pasado. Pueden tener alguna dosis de verdad empírica, o ninguna. La memoria es individual y subjetiva, nunca es «histórica» o «colectiva» como tal. La historia, en cambio, no se basa en memorias individuales subjetivas, sino en la investigación intelectual de los datos empíricos que sobreviven del pasado. Hay algunos estudiosos e investigadores que están excavando fosas y llevando a cabo investigaciones serias. Eso es siempre importante, y en cuanto es investigación seria debe ser aplaudida. Pero esto es totalmente diferente de querer imponer una versión sesgada y partidista, que rechaza los resultados de la investigación. «Revisionismo» es una palabra empleada muy mal, actualmente en España, para describir a los que disienten de la corrección política. La verdad es que una «revisión» es la función de la mayor parte de la investigación seria. Si no se quieren descubrir datos nuevos que pueden enriquecer y «revisar» nuestro entendimiento, ¿por qué investigar? Pero la versión meramente politizada de la promoción de la «memoria histórica» no quiere revisar sino repetir e imponer una versión. El movimiento político sencillamente no tiene interés en la historia, y así no se trata de su revisión sino de su politización o anulación.
¿Y qué es memoria histórica en un país dividido a muerte por una guerra, en la que hermanos —de sangre, nada de metáforas— tomaron partido contra hermanos? Cuando un país se escinde, la memoria compartida sólo puede construirse sobre la decisión de echar al olvido el pasado: ése es el sentido de la amnistía general, como Indalecio Prieto y José María Gil-Robles lo comprendieron ya desde los primeros años de la posguerra.
Desde una perspectiva opuesta, el forense Francisco Etxeberria, que ha exhumado a más de 500 fusilados de la Guerra Civil reflexiona lo siguiente:
No puede ser que todavía haya personas en España que cuando hablen de la Guerra Civil y de la represión lo hagan con miedo. A esa gente hay que decirle que aquello fue injusto, que les comprendemos y que les apoyamos. No puede seguir existiendo miedo.
- Los Trabajadores Sociales en situaciones de crisis, emergencias y catástrofes - 24 enero, 2012
- Intervención con intervinientes - 4 mayo, 2009
Excelente información me ha servido y mucho. Infinitas gracias !
Muchas gracias a ti por tu comentario. Me alegro de que pueda serte de utilidad.
exclente documento, muy poco se escribe sobre atención en crisis en situaciones de emergencia/catastróficas.
Gracias
Me alegra que te haya resultado interesante y sobre todo que te pueda ser útil en tu práctica profesional. En general, los trabajadores sociales no somos muy dados a sintetizar nuestra práctica profesional en documentos teóricos pero, también es cierto, que cada vez podemos contar con más documentación propia en este ámbito.
Gracias por leerme y por tu comentario.
Un saludo,
Itziar Herrero
Hola Itziar! Me ha gustado mucho el artículo y quería saber si me podias ayudar a saber cómo formarme para ser trabajador social en ámbitos de emergencia, terminé la carrera este año y quiero empezar a ubicarme en algún ámbito, siendo consciente de la situación tan dificil por la que pasa el mercado laboral ahora mismo, de modo que acepto sugerencias 😉 Un saludo
Lo primero muchas gracias por tus comentarios Juan José. Estoy completamente de acuerdo en tu planteamiento. Creo que una de las funciones principales que debemos llevar a cabo es formar al personal de intervención que supone el primer eslabón de la ayuda. Es decir, formar en apoyo psicosocial a técnicos en emergencias, sanitarios, bomberos, policía, etc. Además los primeros auxilios psicológicos y la primera atención psicosocial no debe ser realizada necesariamente por trabajadores sociales o psicólogos, sino como dices, por personal formado.
Un saludo y estoy a tu disposición!!
Hola Itziar, hola a todos/as. El artículo es muy bueno, y el planteamiento también. El problema que tenéis ahora es llevarlo a la práctica. Algunos/as ya me conocéis, y sabéis que a pesar de ser psicólogo, siempre he defendido el trabajo de los trabajadores sociales. Siempre he hablado del Apoyo PsicoSOCIAL en situaciones de emergencia. Pero realizado por personal cualificado y con experiencia en el mundo de la emergencia. Si estas condiciones no se dan, soy mas partidario de formar a personal de emergencia para dar ese primer apoyo psicosocial. Por la larga lista que presentas tanto en la Pre como en las Post emergencia, que sería similar si la elaborase un psicólogo, creo que ambos colectivos tenéis campo suficiente para ir acercándoos al mundo de la emergencia/catástrofe. Quizás yo soy un idealista, pero creo que este mundillo, o te enamora o te repele. Si estáis decididos/as, bienvenidos/as.