Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas; Doctor en Ciencias Humanas; Postdoctorado© en Desarrollo Evolutivo (Dpto. Psicología Evolutiva y de la Educación – Facultad de Psicología, Universidad de Valencia, España).
Investigador Responsable del FONDECYT de Iniciación Nº 11190028. Académico adscrito Escuela de Psicología, Instituto de Estudios Sociales y Humanísticos (IdeSH) – Facultad Ciencias Sociales y Humanidades – Universidad Autónoma de Chile (Chile).
- Correo electrónico: eduardo.sandoval@uautonoma.cl
- Sitio web: http://eduardosandoval.cl
Las últimas semanas nos hemos visto invadidos por datos epidemiológicos, implementación de cuarentenas preventivas graduales, el teletrabajo y un aumento progresivo de personas contagiadas por el COVID-19 en Chile. No obstante, y a pesar de la dureza de esta realidad, estamos ante la presencia de una pandemia que sigue generando estragos en la vida de miles de personas en el mundo junto a una tasa importante de fallecidos (más de 88 mil decesos en el mundo, según la OMS).
En vista de lo anterior, se observan factores en común que se instalan en nuestra cotidianeidad: el miedo al contagio, la muerte y los procesos de duelo, la dificultad de adaptación de las personas al aislamiento físico, la incertidumbre frente al avance y combate frente a este virus y un conjunto de reacciones (físicas, psicológicas, emocionales, cognitivas, etc.) que generarían cambios potencialmente significativos en nuestro comportamiento al corto, mediano y largo plazo (particularmente, T. del sueño, depresión, ansiedad, T. de adaptación, reacciones a estrés agudo y estrés postraumático).
Muchas personas están conviviendo cotidianamente con las pérdidas individuales, incluidas las enfermedades y la muerte atribuibles al COVID-19, la precarización del empleo y la cesantía, la falta de seguridad y control sobre la vida, la recesión económica e incluso individuos que, sin haberse visto afectados directamente, se ven inundados por los cambios vividos durante las últimas semanas en nuestro país.
Así, la muerte y los procesos de duelo comienzan a despertar múltiples emociones en los individuos, entre ellas la tristeza, el sufrimiento, la rabia y la aflicción. El duelo corresponde al proceso por el que atraviesa una persona tras la muerte de un ser querido, para luego asimilarlo, entenderlo y reconstruir gradualmente su vida. Otros lo abordan a partir de ciertas etapas por las que transitaría el individuo: la negación, la rabia, la negociación, la depresión y la aceptación. No obstante, todas estas fases y las estrategias de afrontamiento hacen que cada proceso sea único, intenso y dinámico. Además, la forma en que se afronta dependerá de la personalidad del sujeto y sus estrategias de afrontamiento, la relación con la persona fallecida, las circunstancias de la muerte y la red de apoyo social con la que cuenta el individuo (familia, amigos, comunidad, etc.).
A partir de lo anterior, se sugiere:
- El duelo es un proceso normal que no debe apresurarse o intentar extirparlo de la vida. Tampoco visualizarlo como una enfermedad. Es una respuesta esperable frente a la pérdida de un ser querido con el que han compartido experiencias imborrables.
- Favorezca la realización de rituales en torno a la despedida de un ser querido (en caso de pandemia, genere un espacio íntimo y seguro para llorar a quién ha partido).
- Analice la pérdida en el contexto actual e identifique qué lazos puede fortalecer con sus redes de apoyo.
- Evite el pensamiento fatalista y sustitúyalo por una jerarquización realista de necesidades.
- Comparta sus emociones (todos/as estamos enfrentando esta pandemia).
- Valore y reconozca en vida a sus seres queridos (el aislamiento es físico y no social; potencie contactos virtuales con quienes ama.
- Perdone, Reconcíliese y admita la muerte como una etapa del ciclo vital, atesorando las experiencias vividas con aquellos familiares que ha perdido.
Reconfortantes las palabras.Grs